Fue entonces cuando Zed, se acerco con pasos cautelosos hacia esa puerta roja, justo al lado del escritorio de la recepcionista. Volteo cautelosamente para ver a la hermosa mujer, sentada ahí a un lado, su cara mostraba que disfrutaba de ver a una mujer tan bella. Una expresión de incomodidad apareció en la cara de la joven mujer, que continuaba sin dirigir la vista al hombre, Zed volvió la vista rápidamente hacia enfrente, ese color rojo lo distraía, tomo con su mano la metálica perilla color amarillo que parecía brincar de todo ese color rojo y la giro para abrir, la puerta abrió suavemente, desde dentro se escucho una voz – ¡Zed que gusto me da de verte muchacho!-, Zed entro a la habitación y con cuidado cerró la puerta, volteo hacia el hombre y dijo -¡El gusto es mío señor, como siempre!.
Se encontraba en una elegante oficina llena de espejos, con un ventanal enorme que dejaba apreciar una en verdad hermosa imagen de la ciudad. El Sr. Merickor era un hombre elegante, petimetre, siempre de traje y sentado tras ese enorme escritorio totalmente hecho de cristal espejeado, con una sonrisa eterna en la cara, esta era la única imagen que Zed le conocía. Zed no sabía en realidad mucho del hombre, entrando a su oficina comenzaba en realidad otra rutina, se sentaba en una esplendida silla de madera con asiento de colchoncillo rojo, ponía su gran maletín café sobre sus piernas, lo abría de modo que solo él veía su contenido, sacaba 13 bolsas que colocaba sobre la reflejante superficie del escritorio, volteaba a ver a la cara al Sr. Merickor, que correspondía con una sonrisa. Entonces decía - ¿Pagara en efectivo o lo abonare a su cuenta? ,el Sr. Merickor reía y decía –claramente será en efectivo mi amigo- tomando de por debajo de su escritorio catorce chonchos mazos de billetes y colocándolos frente a Zed. Una sonrisa se dibujaba en la cara del grandulón, tomaba con ansia el dinero y lo guardaba en el espacio de su maletín, donde anteriormente se encontraban las bolsas con marihuana.
En el rostro del elegante Sr. Merickor también se formaba una gran sonrisa, dejando ver sus blancos y perfectos dientes, tomaba abrazando con los dos brazos las 13 bolsas, cerrando los ojos las olía profundamente. Luego como por intuición tomaba una i la apartaba de las demás, la miraba por unos segundos y tomando una navaja de uno de todos esos misteriosos cajones de su escritorio abrió la bolsa, metió la mano en una de las bolsas de su saco y saco unos exquisitos papeles para fumar adornados con delicadas impresiones color dorado, eran papeles grandes. Tomando una buena cantidad de yerba con sus gruesos dedos, la colocaba en el papel, acomodaba la verde hierba con cuidado, llevaba el conjunto a su boca y rápidamente el cigarro estaba listo. Zed miraba atento todo el procedimiento, el Sr. Merickor con ojos emocionados levantaba la vista del cigarrillo hacia la cara de Zed y preguntaba - ¿Me acompañas? , Zed tan solo respondió –naturalmente-.
La oficina se llenaba de humo, el cigarrillo pasaba de los dedos del Sr. Merickor a los dedos de Zed, los dos fumaban alegres, no charlaban, tan solo reían. Cuando el cigarrillo se terminaba, los dos tenían unas caras más relajadas, aun así el elegante Sr. Merickor no deformo ni un poco su postura, el único cambio fue tan solo ese color rojo en sus ojos. Zed dijo –Gracias señor, un placer compartir un buen cigarrillo con usted-, el señor Merickor viendo a Zed como un padre miraría a su hijo dijo al gran hombre –créeme que el placer es mío buen amigo- .
A un lado del escritorio del Sr. Merickor se encontraba una especie de entrada a una pequeña tubería, el dandi tomaba las trece bolsas que había dejado de un lado una a una en esta extraña tubería, Zed miraba atento, con una expresión totalmente desconectada, nunca tuvo el atrevimiento para preguntarle a su comprador sobre la naturaleza de ese artefacto o a donde era que conducía a las bolsas llenas de verde marihuana. Mas en su mente creaba la atractiva idea de que era un especie de despachador, un mecanismo que preparaba cigarrillos automáticamente y los distribuía a todas las oficinas del edificio, una tubería enorme echa especial y únicamente para distribuir hierba a todas las habitaciones del edificio. Sonreía aun con esa visión en su mente, volteaba hacia el rostro del Sr. Merickor, que se encontraba ya con los dos brazos sobre su escritorio y los dedos de sus manos cruzados entre ellos. Levantándose de la cómoda silla de madera, estiraba la mano hacia la del elegante hombre, las estrechaban en señal de amistad, Zed decía –Ok señor, hasta la próxima entrega- , El señor Merickor correspondía a la despedida con un simple –Hasta entonces-. Soltaban sus manos, Zed se dirigía nuevamente hacia esa puerta roja, esta vez para salir de la oficina.
Se encontraba en una elegante oficina llena de espejos, con un ventanal enorme que dejaba apreciar una en verdad hermosa imagen de la ciudad. El Sr. Merickor era un hombre elegante, petimetre, siempre de traje y sentado tras ese enorme escritorio totalmente hecho de cristal espejeado, con una sonrisa eterna en la cara, esta era la única imagen que Zed le conocía. Zed no sabía en realidad mucho del hombre, entrando a su oficina comenzaba en realidad otra rutina, se sentaba en una esplendida silla de madera con asiento de colchoncillo rojo, ponía su gran maletín café sobre sus piernas, lo abría de modo que solo él veía su contenido, sacaba 13 bolsas que colocaba sobre la reflejante superficie del escritorio, volteaba a ver a la cara al Sr. Merickor, que correspondía con una sonrisa. Entonces decía - ¿Pagara en efectivo o lo abonare a su cuenta? ,el Sr. Merickor reía y decía –claramente será en efectivo mi amigo- tomando de por debajo de su escritorio catorce chonchos mazos de billetes y colocándolos frente a Zed. Una sonrisa se dibujaba en la cara del grandulón, tomaba con ansia el dinero y lo guardaba en el espacio de su maletín, donde anteriormente se encontraban las bolsas con marihuana.
En el rostro del elegante Sr. Merickor también se formaba una gran sonrisa, dejando ver sus blancos y perfectos dientes, tomaba abrazando con los dos brazos las 13 bolsas, cerrando los ojos las olía profundamente. Luego como por intuición tomaba una i la apartaba de las demás, la miraba por unos segundos y tomando una navaja de uno de todos esos misteriosos cajones de su escritorio abrió la bolsa, metió la mano en una de las bolsas de su saco y saco unos exquisitos papeles para fumar adornados con delicadas impresiones color dorado, eran papeles grandes. Tomando una buena cantidad de yerba con sus gruesos dedos, la colocaba en el papel, acomodaba la verde hierba con cuidado, llevaba el conjunto a su boca y rápidamente el cigarro estaba listo. Zed miraba atento todo el procedimiento, el Sr. Merickor con ojos emocionados levantaba la vista del cigarrillo hacia la cara de Zed y preguntaba - ¿Me acompañas? , Zed tan solo respondió –naturalmente-.
La oficina se llenaba de humo, el cigarrillo pasaba de los dedos del Sr. Merickor a los dedos de Zed, los dos fumaban alegres, no charlaban, tan solo reían. Cuando el cigarrillo se terminaba, los dos tenían unas caras más relajadas, aun así el elegante Sr. Merickor no deformo ni un poco su postura, el único cambio fue tan solo ese color rojo en sus ojos. Zed dijo –Gracias señor, un placer compartir un buen cigarrillo con usted-, el señor Merickor viendo a Zed como un padre miraría a su hijo dijo al gran hombre –créeme que el placer es mío buen amigo- .
A un lado del escritorio del Sr. Merickor se encontraba una especie de entrada a una pequeña tubería, el dandi tomaba las trece bolsas que había dejado de un lado una a una en esta extraña tubería, Zed miraba atento, con una expresión totalmente desconectada, nunca tuvo el atrevimiento para preguntarle a su comprador sobre la naturaleza de ese artefacto o a donde era que conducía a las bolsas llenas de verde marihuana. Mas en su mente creaba la atractiva idea de que era un especie de despachador, un mecanismo que preparaba cigarrillos automáticamente y los distribuía a todas las oficinas del edificio, una tubería enorme echa especial y únicamente para distribuir hierba a todas las habitaciones del edificio. Sonreía aun con esa visión en su mente, volteaba hacia el rostro del Sr. Merickor, que se encontraba ya con los dos brazos sobre su escritorio y los dedos de sus manos cruzados entre ellos. Levantándose de la cómoda silla de madera, estiraba la mano hacia la del elegante hombre, las estrechaban en señal de amistad, Zed decía –Ok señor, hasta la próxima entrega- , El señor Merickor correspondía a la despedida con un simple –Hasta entonces-. Soltaban sus manos, Zed se dirigía nuevamente hacia esa puerta roja, esta vez para salir de la oficina.